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Filipinas: Bendición de la nueva comunidad

on 22 Feb, 2019
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Filipinas, 22/02/2018, Hermanas en misión en Filipinas.- A las 14.30h, hora local en Filipinas, acogimos al arzobispo metropolitano de Lingayen-Dagupan, Mons. Sócrates B. Villegas, para la celebración, que se desarrolló en tres etapas: - La inauguración de la comunidad, con el corte de la cinta. - La bendición del convento. - La celebración de la Eucaristía.

“¡Que deseables son tus moradas, Señor!”

A las 15.00 h. se inició la ceremonia de inauguración. Después de una oración introductoria, el arzobispo Sócrates y Hna. Maria Escayola cortaron la cinta, inaugurando así la comunidad. Iniciamos la etapa siguiente, la bendición del convento. A través de cantos, la recitación del rosario y con velas encendidas en las manos, recorrimos todos los locales de la casa siguiendo al arzobispo, quién los iba bendiciendo.

A continuación, comenzó la Eucaristía. Una decena de sacerdotes y numerosos religiosos y religiosas (dos de nuestras Hermanas de Corea, la Superiora General de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina Siena de Vietnam, la antigua Superiora General de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Filipinas) así como muchos laicos de los alrededores de Pangasinan y algunos de Corea, nos acompañaron con sus oraciones y su presencia en la celebración Eucarística. El coro de la parroquia nos ayudó con los cantos de la misa. En esta bella liturgia tuvimos la bendición del altar y del sagrario. Durante la homilía, el arzobispo expresó su reconocimiento por nuestra presencia en su diócesis. El amor por ella y por su gente es el que nos ha llevado a establecer nuestra morada en medio de ellos. El señor arzobispo añadió que en esta casa, no estamos seguras a causa de la altura o longitud de las paredes, sino a causa del que nos ha reunido aquí, Jesús, presente y activo en medio de nosotros. Él es nuestra seguridad, nuestro centinela. Nos invitó a dejarnos invadir siempre por la presencia de Cristo, también cuando lleguen momentos difíciles en nuestra misión (fatiga, desprecio, rechazo, desánimo…) y a saber acercarnos a Cristo, perpetuamente presente en esta capilla, siempre disponible a acogernos tal como somos, para consolarnos, renovar nuestras fuerzas y curar nuestras heridas.

Después de la comunión, el arzobispo hizo la reserva del Santísimo Sacramento en el sagrario, cerró y entregó las llaves a la superiora de la comunidad. Con este gesto confió la seguridad del sagrario a la superiora, la cual debe velar por ella. Terminamos nuestra celebración compartiendo fraternalmente la mesa. Los laicos de la arquidiócesis de Dagupan y de otros lugares nos manifestaron su afecto y apoyo con su presencia y con diversos regalos en especie y en dinero.

El deseo de una casa en Pangasinan ocupó varios años de búsqueda y de sueños, que hoy se han hecho realidad. Aprovechamos esta ocasión para expresar nuestra gratitud a toda la Congregación y a cada una en particular, por sus diferentes formas de apoyo. Infinitas gracias. Que la oración de la Bienaventurada Marie Poussepin nos ayude a profundizar su carisma y a extenderlo en nuestros diferentes campos de misión. Con gratitud y afecto.

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