TESTIMONIOS: Hna. Ruth María Vallejo

on 15 Jul, 2020
Visto: 2052

Medellín (Colombia), 15/07/2020, Hna. Ruth María Vallejo Isaza.- Contar la historia no se limita al simple hecho de una narración, sino que va más allá de la comprensión humana, el poder entender que detrás de cada persona, hay una historia de cada acontecimiento vivido. Ya Cicerón decía que “la historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad".

Hna. Ruth María en el centroHna. Ruth María en el centroUna experiencia vivida que se hace historia

Hoy cuando han transcurrido 25 años de la Beatificación de Marie Poussepin, con cuánta alegría evocamos ese momento en el cual vimos realizado un sueño esperado por tantas de nuestras hermanas, quienes en el día a día creyeron en el camino de Evangelio trazado por Nuestra Fundadora.

La Congregación entera, y en ella la Provincia, hizo de este momento de preparación un espacio de estudio, reflexión, profundización en torno a esta figura de Iglesia, capaz de desafiar las pobrezas de su tiempo y quien, apoyada en la sola Providencia, supo hacer del Servicio de Caridad, la razón de su Comunidad.

Fue un momento de volver a las fuentes… paso a paso, vimos subir a Marie Poussepin a los altares, como bien lo interpretaron los cantos de Hna. Margarita de la Encarnación y el magistral teatro preparado en la Provincia por Hna. María Celina Giraldo J. Los foros organizados en cada Estructura con la pauta enviada por el Gobierno General, nos permitieron profundizar en este acontecimiento eclesial y congregacional.

Vivimos la gracia de la Beatificación como memoria de las maravillas de Dios en nuestra historia, como experiencia espiritual, comunitaria y misionera, y como un nuevo encuentro con el camino de Evangelio trazado por la humilde, piadosa y caritativa Marie Poussepin.

Las reflexiones de Hna. Inés Mercedes Mejía Toro, superiora general, y la Positio preparada por el padre Bernard Préteseille capellán de la Casa Madre y Sr. Madeleine St. Jean, nos permitieron profundizar en la vida y obra de Marie Poussepin. 

En la Provincia todas las hermanas fuimos invitadas a “Vivir un día en Sainville”; a gustar la sencillez de aquella vida marcada por el sonido nítido de la campana invitando a la oración, al trabajo, al compartir del pan de la fraternidad… Hna. Margarita de la Encarnación con lujo de detalles, nos hizo experimentar lo que significaba: “que el trabajo ora y la oración trabaja”. Era un verdadero volver a las fuentes para gustar lo nuestro.

Por un momento trasladémonos ahora a Roma: las celebraciones se iniciaron con el Capítulo General en una casa de ejercicios en Montecucco. El tema: “Marie Poussepin, Apóstol Social de la Caridad”, nos permitió profundizar en la intuición de nuestra Fundadora, desde la óptica privilegiada del Servicio de Caridad. Todos los acontecimientos los experimentábamos como una invitación a vivir en plenitud la dimensión contemplativa de nuestra vocación apostólica, a mirar las miserias de nuestro tiempo como los nuevos Sainville, desde donde nuestra Madre Fundadora continuaba llamándonos a darle nueva vida a su proyecto misionero… un envío  recibido de Hna. María Fabiola Velásquez Maya, nueva superiora general, fue el signo que nos situó en apertura y disponibilidad para leer los signos de los tiempos y continuar el camino de la caridad iniciado en Sainville.

Y por fin llegó el esperado momento… El 19 de noviembre de 1994, iniciamos las celebraciones en Roma.  Hermanas provenientes de todas las Estructuras de la Congregación, frailes Dominicos, seglares que compartían con nosotras la misión, habíamos llegado al Paraninfo del Agustiniano, donde se realizaría el Foro con el tema: “Marie Poussepin, su Comunidad dominicana al servicio de la caridad”. Tema que sintetizaba los estudios realizados por las Provincias y el Capítulo General que había terminado y que nos permitió escuchar la voz de los laicos en relación a su experiencia de vida con la Congregación.

Al mismo tiempo en cada Provincia, Viceprovincia y en la Casa Madre, se efectuaba el Foro con la temática preparada y las experiencias vividas en las comunidades locales. Fue un momento para experimentar cómo la Congregación vibraba al unísono por el acontecimiento que nos reunía. 

En este mismo día, en las horas de la tarde, en Roma, nos congregamos para la renovación de los Votos y en Familia celebrar la beatificación de tres miembros de la Orden Dominicana: Marie Poussepin, el Padre Hyacinte Marie Cormier, Maestro de la Orden y sor Agnés de Jesús, monja conventual. Según expresión de San Juan Pablo II, “ellos siguen testimoniando después de su muerte, la vitalidad de la Orden que no ha dejado de ser una luz para la Iglesia… la sola evocación de estos nombres constituye hoy un llamamiento a cada uno a tomar nuevamente la antorcha y a transmitir a los demás lo que se ha recibido”.

Por fin llega el día tan esperado: 20 de noviembre de 1994, a las 5:00 am. ya las filas de las hermanas y laicos allegados a la Congregación, estaban a la espera de que las puertas de la Basílica de San Pedro se abrieran. A la hora en punto, uno a uno fue desfilando al lugar señalado… La celebración de la Eucaristía se fue desarrollando en un ambiente de solemnidad, donde cada momento estaba lleno de contenido… ¡Cuanta emoción ver descubrir el pendón de Marie Poussepin en aquel lugar! Con voz solemne y pausada, su Santidad San Juan Pablo II, proclamó los nuevos beatos y entre ellos: “MARIE POUSSEPIN fundadora de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen María” … los aplausos, las lágrimas, los abrazos, no se hicieron esperar… en aquel momento toda la Congregación estaba allí presente.  

Al Papa referirse a Marie Poussepin dijo: “…Ciertamente sabía reconocer la presencia viva del Señor del universo en la persona de los más pequeños. Servir a los pobres es vivir ya la bienaventuranza del Reino…  el fuego del amor divino en Marie Poussepin no habría existido, sin un profundo espíritu de contemplación y de oblación...” A la celebración religiosa siguió el compartir fraterno y festivo, lectura de mensajes llegados de todas partes, llamadas telefónicas… todas las hermanas querían conocer cada detalle del acontecimiento que nos reunía. ¡Cómo olvidar estos momentos cargados de historia!

Al día siguiente salimos rumbo a París para iniciar la peregrinación a Dourdan cuna de Nuestra Madre Fundadora; de allí, después de un breve trayecto en bus, continuamos a pie y en silencio, hacia Sainville:  el Convento como es conocida la comunidad, el pozo, la cripta donde reposaron los restos de Marie Poussepin hasta su traslado a la Casa Madre, su celda, la Capilla con el sobrio y significativo cuadro de la Trinidad … Todo hablaba de una presencia viva, de una llama encendida que quiere continuar ardiendo en los corazones capaces de entregarlo todo en el servicio de caridad, muchas veces silencioso y desconocido…

De Sainville partimos hacia Janville, primera fundación de Marie Poussepin, donde se conserva la Capilla en la cual fue firmada el Acta de Reconstitución de la Comunidad en el Capítulo del 21 de noviembre de 1.802.  En las horas de la noche llegamos a Tours sede de la Casa Madre. Cuánta emoción poder estar en la Tumba de Nuestra Madre Fundadora... allí en la pequeña lámpara que se consume en el día a día, estaban presentes todas las hermanas, el futuro de la Congregación y de su misión…

Después de algunos días bebiendo en las fuentes de la historia congregacional, la peregrinación tocaba a su fin.   Cada paso, cada lugar, había sido un tomar contacto con los orígenes y descubrir la maravillosa historia que el Señor ha escrito a través de más de tres siglos de existencia, con cada hermana que ha creído en este camino de Evangelio trazado por Marie Poussepin.

La historia no para… hoy nosotras estamos llamadas a hacer posible con nuestra vida y misión, el milagro de la canonización de Nuestra Madre Fundadora, como regalo del Señor para su Iglesia.