Camino hacia nuestra Casa Madre…

Sainville (Francia), 01/10/2025, Hnas. Rose Mary Kadampattuparambil y Lisa Kadamattuparampil.- Con el corazón lleno de emoción y expectativa, continuamos nuestra peregrinación hacia nuestra Casa Madre en Tours, cariñosamente llamada Maison de Tous. El viaje en autobús desde Sainville hasta Tours estuvo lleno de alegría, mientras nos hacíamos más cercanas unas a otras, compartiendo risas y compañía por el camino. Para muchas de nosotras era la primera visita a la Casa Madre, un lugar del que tanto habíamos oído y leído a lo largo de los años. La expectativa de verla por fin y, sobre todo, de poder arrodillarnos en oración ante la tumba de nuestra querida Fundadora, la beata Marie Poussepin, se reflejaba en los rostros ilusionados de todas.

Fuimos acogidas cálidamente por las hermanas de la comunidad de la Casa Madre y de la comunidad internacional, que nos recibieron con alegría y hospitalidad. Uno de los momentos más conmovedores fue la visita al EHPAD, donde nos reencontramos con muchas hermanas queridas con quienes habíamos convivido en el pasado. Hablar con ellas llenó nuestros corazones de profunda gratitud, al reconocer sus vidas fieles, entregadas por entero a Dios y a la Congregación. Su testimonio nos recordó a todas nuestras hermanas en el mundo, que han llevado adelante con generosidad el Carisma de Marie Poussepin, confiándolo a nosotras para que también lo transmitamos a las generaciones futuras.

Durante dos días recibimos valiosas aportaciones: la Hna. Dominique du Christ compartió reflexiones sobre la historia y vida de Marie Poussepin, mientras que la Hna. María Escayola nos guió en una meditación sobre los orígenes de Santo Domingo. También tuvimos el privilegio de visitar el cementerio de Tours, donde rezamos con gratitud ante las tumbas de nuestras hermanas, en especial las de las Superioras Generales que han guiado fielmente a la Congregación a lo largo de los últimos dos siglos.

Nuestra exploración continuó con una visita a los Archivos, las Salas de Documentación y el Museo de la Congregación, donde la Hna. Dominique du Christ enriqueció nuestra comprensión de la vida pasada y presente de la comunidad. Fue un recordatorio poderoso de cómo el Carisma de Marie Poussepin se ha vivido a lo largo de los siglos, siempre atento a los signos de los tiempos y abierto a las necesidades de las personas.

La Hna. Ruth Esperanza nos condujo después en una visita guiada por Tours, con una parada especial en el hospital donde nuestras hermanas iniciaron su misión en la ciudad. También fuimos recibidas calurosamente por las comunidades de la Rue de la Barre, el Foyer Saint-Thomas y La Grande Bretèche, donde pudimos conocer más de cerca sus misiones y servicios actuales.

Peregrinación a Lourdes…

La peregrinación a Lourdes fue una experiencia profunda de encuentro con nuestra Madre María. Tras una breve parada en Montauban, donde Madre Saint-Pierre vivió y sirvió durante muchos años, llegamos a Lourdes en la tarde del 9 de septiembre. Los dos días que pasamos allí fueron verdaderamente memorables. Cada momento estuvo dedicado a la oración en la Gruta, a la celebración de la Eucaristía, al rezo del Rosario, a la adoración eucarística y a la procesión mariana del Rosario en la tarde. Estos momentos sagrados fueron ocasión para presentar en oración a nuestras comunidades, hermanas, a toda la Congregación, a nuestras familias y a las nuevas vocaciones, depositando todas las intenciones a los pies de la Madre María.

Domingo, quien transformó el mundo…

Santo Domingo, en su tiempo, transformó profundamente el mundo. El secreto de este impacto estaba en su mirada contemplativa, fija tanto en Dios como en la realidad que lo rodeaba. Hablaba solo con Dios, y solo hablaba de Dios.

Para nosotras, peregrinas, fue un regalo inestimable caminar sobre sus huellas. Llegamos a Prouilhe a primera hora de la tarde, llenas de energía al pisar aquel suelo santo donde Santo Domingo estableció su primer convento de monjas. Desde entonces hasta hoy, la fragancia de sus oraciones sigue impregnando el lugar. Unir nuestras voces a las suyas fue un momento inolvidable, una oportunidad para compartir la misión de hacer del mundo un lugar más santo y mejor para vivir. El cielo despejado y el clima fresco añadieron su propia bendición a la experiencia.

La priora del convento entró en nuestra sala con pasos suaves, compartiendo con nosotras, con palabras sencillas, la heroica historia de la Basílica de Nuestra Señora de Prouilhe. Evocó las pruebas dolorosas que el edificio soportó, especialmente durante la Revolución Francesa. Comprendimos entonces que este lugar sagrado es verdaderamente el seno de la familia dominicana, el lugar de nacimiento de su misión espiritual. Aquí Domingo se alimentó espiritualmente a lo largo de su vida, sostenido por la oración constante de las monjas. Y hoy ese mismo río de oración sigue fluyendo sin interrupción.

En un mundo donde el silencio parece extraño, este convento nos enseña algo esencial: es en el silencio del corazón donde encontramos a Dios. Y es este encuentro con Él lo que llena de alegría la vida religiosa. No es de extrañar que Santo Domingo eligiera la colina silenciosa de Fanjeaux para pasar sus años de formación antes de iniciar su misión de predicación. Me recordó a Yahvé llamando a Moisés, su amigo y hombre según su corazón, a subir a la montaña para hablar con Él. Así también fue con Domingo: un amigo de Dios, que conversaba con Él en esa atmósfera celestial. La vista del valle desde la colina era sobrecogedora: un verdadero lugar de encuentro con Dios.

Fue allí donde Dios reveló a Domingo lo que deseaba realizar a través de él: un espacio de discernimiento, donde su misión nació del silencio ante el Creador. En esa intimidad con Dios, Domingo tuvo una visión: una bola de fuego cayendo sobre Prouilhe, el lugar que Dios había elegido para la primera casa de oración de las mujeres convertidas del catarismo. De pie allí, parecía que respirábamos la fragancia de su espíritu contemplativo. Inhalamos profundamente, hasta sentir que aquel espíritu impregnaba todo nuestro ser.

 

 

 

 

Janville… Reconstitución…

La visita a Janville, donde dieciséis hermanas se reunieron para reconstituir la Congregación después de la Revolución Francesa, fue profundamente conmovedora. La capilla que albergó el Capítulo General de elección, el Hôtel-Dieu donde se cuidó con ternura a los soldados heridos, la histórica fotografía de la Hna. Henri con los soldados, la entrañable Maison Rosa y la iglesia de Janville con su vitral que representa la Reconstitución: todos estos lugares sagrados nos hablaron del compromiso inquebrantable, la profunda dedicación y el servicio generoso de nuestras hermanas del siglo XVIII.

Nuestra visita a la catedral de Chartres fue realmente impresionante, una casa dedicada a nuestra Madre Santísima. En mi imaginación, la catedral misma parecía ser su cuerpo inmaculado, donde los misterios del Antiguo y del Nuevo Testamento se desvelan a través de sus vitrales, esculturas y pinturas. Ante su majestad humilde, nuestras rodillas se doblaron casi de manera instintiva. Mi oración fue que mi orgullo se deshiciera en su radiante presencia, como el sol atraviesa el vitral para revelar la belleza soñada por el artista.

El laberinto de la catedral fue otro misterio por descubrir, símbolo del camino de la vida hacia la gloria eterna. Solo hay una entrada y una meta. El sendero parecía confuso a veces, como para recordarnos que solo un corazón enfocado puede mantenerse firme en la peregrinación de la vida: cayendo y levantándose, una y otra vez. La constancia y la perseverancia son las llaves que nos conducen a la gloria.

La coraza de mi ignorancia se fue rompiendo suavemente gracias a las enseñanzas inspiradoras de las Hermanas Mariamma, Dominique, María Escayola, Anula y Martha. Ellas me ayudaron a crecer en el amor por mi congregación, con más ternura y cercanía, y a caminar por la senda sinodal con mis hermanas, abrazando tanto sus fortalezas como sus fragilidades.

Y así, desde lo profundo de mi corazón, puedo decir:

Amo a mi congregación con todo mi corazón.
Amo a mi congregación con toda mi mente.
Amo a mi congregación con todas mis fuerzas.
Porque me has levantado, me has levantado con una espiritualidad rica,
una espiritualidad centrada en Cristo.

 

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