Visita del Papa al Líbano: Esperanza, esperanza, esperanza

Líbano, 10/12/2025, Texto y fotos: Hna. María Ángeles Flores.- Cuando la noticia del viaje al Líbano del papa León XIV empezó a circular, el ambiente que se percibía era difícil de describir: algo así como escepticismo, incluso cierta hostilidad por parte de algunos, o tal vez miedo a tener esperanza de que tal acontecimiento pudiera cambiar algo en el país. Algunas parroquias impartieron conferencias de preparación; por iniciativa privada se compusieron cantos de bienvenida y se imprimieron elementos de publicidad; la alegría empezó a manifestarse tímidamente.

El Patriarcado pidió tocar las campanas a la hora del arribo del Papa al aeropuerto. Nosotras nos preparamos con un pequeño paquete de petardos (aquí son muy recurrentes para las fiestas importantes). El domingo 30 de noviembre de 2025, Ali, el guardián de nuestra casa (musulmán sirio), estaba listo para hacer sonar la pólvora; sus tres hijos habían venido a la comunidad y su padre les había explicado lo poco que él mismo entendía: “Baba Mesihiya” (el papá de los cristianos).

A las 3:45 p. m., las campanas sonaron impregnando los corazones de una alegría indescriptible. Nosotras y los tres niños no perdimos detalle de cada imagen en la televisión. Cuando nuestros petardos sonaron, la emoción ya nos embargaba profundamente: “¡Baba Mesihiya! ¡Baba Mesihiya!”. Estuvimos frente a la televisión el resto de la tarde; los niños nos acompañaron. ¿Qué fue lo que Dios habló en el fondo del alma de cada uno? No lo sabemos, pero sí entendimos que ellos compartían con nosotras la alegría.

“Sonaron las campanas de Ghodrass, posteriormente los petardos en la casa de las Religiosas e instantes después las campanas de la parroquia de Naamura. Eso me hizo entender la grandeza de lo que estaba a punto de suceder” (Srta. Chantal, nuestra vecina). 

El mensaje del papa León XIV, expresado con sencillez, coherencia y convicción, cautivó corazones:

Hizo que los libaneses se sintieran muy amados por Su Santidad; sus palabras de valoración de la cultura, expresadas de diversas maneras, empezaron a levantar el ánimo… “Ustedes, los libaneses, son fuertes como los árboles, los árboles de sus hermosas montañas; ustedes están llenos de frutos como los olivos que crecen en la llanura, al sur, y en la primavera junto al mar”.

“El Papa es una persona modesta. Pienso que nos reconciliará con Israel. Es muy bueno y lo amo mucho. Me alegra que esté en el Líbano.” (Sra. Leila, residente de la casa para ancianos)

“Me gusta mucho este Papa; irradia una autoridad natural maravillosa.” (Señora encontrada en la calle)

Cuando el Papa se dirigió a los jóvenes con cariño y comprensión, ganó totalmente el amor de los libaneses, y tal vez de Medio Oriente, ya que aquí se cuida, ama y respeta mucho a la niñez y a la juventud.

“Yo estoy segura de que el Papa vino exclusivamente por los jóvenes; vino a animarlos, a decirles que no se vayan al extranjero, porque vale la pena quedarse en su país, porque es posible reconstruirlo.” (Sra. Jana Ayloul, fabricante de vino)

“Queridos jóvenes, quizá lamenten haber heredado un mundo desgarrado por guerras y desfigurado por injusticias sociales. Y, sin embargo, en ustedes reside una esperanza, un don, que a nosotros, adultos, parece escapársenos. Ustedes tienen tiempo. Tienen más tiempo para soñar, organizar y realizar el bien. ¡Ustedes son el presente y en sus manos ya se está construyendo el futuro! Y tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia. La verdadera resistencia al mal no es el mal, sino el amor, capaz de curar las propias heridas mientras sana las de los demás.”

El eje central de esta visita fue el tema de la paz: “Bienaventurados los constructores de paz” (Mt 5,9). Sus palabras devolvieron a los libaneses y habitantes de Medio Oriente la esperanza… «Los abrazo a todos y les deseo paz. Hago un llamado urgente: que cesen los ataques y las hostilidades. Que nadie siga creyendo que la lucha armada aporta beneficio alguno. Las armas matan, mientras que la negociación, la mediación y el diálogo construyen. ¡Elijamos todos la paz como nuestro camino, y no solo como nuestra meta!».

“Estoy muy feliz; él nos mostró dónde encontrar la paz, si así lo elegimos; depende de nosotros. ¿Por qué querríamos librar una guerra? ¿Vamos a matarnos por ese pequeño pedazo de tierra en el sur? Pido a Dios por él.” (Hna. Antoine, residente en la casa de ancianos)

El Papa habló también con firmeza y claridad; pidió tanto a los dirigentes políticos y religiosos como al pueblo en general fortalecer la unidad.

En su homilía de la misa celebrada en el paseo marítimo de Beirut, invitó a los libaneses a «unir esfuerzos para que esta tierra recupere su esplendor». Según el Santo Padre, hay un único camino para lograrlo: trabajar por el advenimiento de un Líbano donde «pueda cumplirse lo que describe el profeta Isaías: “El lobo habitará con el cordero, el leopardo se acostará con el cabrito, el ternero y el cachorro de león pacerán juntos”». «Desarmemos nuestros corazones, despojémonos de la armadura de nuestras divisiones étnicas y políticas, abramos nuestras comunidades religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nosotros el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse como hermanos.»

“El Papa nos trajo esperanza, no solo a los libaneses, sino a todo Medio Oriente, porque nos ayudó a creer que la convivencia pacífica y respetuosa entre musulmanes, cristianos y judíos es posible. Esto no es un sueño; yo viví esa convivencia cuando era niño.” (Sr. Said, musulmán, dueño de una tienda de telas)

“El Papa es un hombre de Dios; supo pronunciar las palabras adecuadas para estos momentos tan difíciles. Nos llamó a la unidad. Ruego a Dios que siempre le conceda sabiduría y fuerza” (Sra. Georgette, residente de la casa de ancianos)

Los corazones de los habitantes del Líbano se estremecieron de alegría y esperanza cuando nos dijo con fuerza confiada:

«¡Líbano, levántate, sé morada de justicia y de fraternidad!
¡Sé profecía de paz para todo el Levante!»

Inshallah, amén.

 

 

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