Justicia, Paz e Integridad de la Creación: un estilo tejido por Marie Poussepin que forma y transforma
La justicia, la paz y la integridad de la Creación constituyen un pilar formativo que juega un papel vital en nuestro camino hacia la transformación de nuestras vidas para “imitar la vida que nuestro Señor llevó sobre la tierra” (R I), guiadas por el carisma dominicano de Marie Poussepin.
JPIC: Desde Colombia
Ella, al igual que Jesús, nos anima a participar en la obra de Dios a través de un proceso de cambio, compasión, misericordia y liberación. Nos invita a volver la atención hacia nuestro interior y, desde esa perspectiva, potenciar los dones, habilidades y capacidades que el Creador ha concedido a cada una de nosotras. Adentrémonos en la experiencia del estilo tejido por Marie Poussepin:
- La vivencia de un estilo de vida centrado en el servicio de la caridad, desde el eje transversal de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, refleja la conexión profunda entre los seres humanos y la naturaleza. Vivir de esta manera implica optar por un estilo de vida que favorezca el amor y el servicio. “La razón de ser de la comunidad es el servicio de la caridad” (R I). Esta opción nos confronta con nuestra vulnerabilidad frente a las realidades humanas, comunitarias y sociales, subrayando la necesidad de un mayor desarrollo personal y comunitario, así como de percibir la tierra como un hogar común de toda la humanidad.
- La protección del medio ambiente —y también del ambiente humano— se comprende como una “cultura del cuidado que es camino de paz, necesario para erradicar la cultura de la indiferencia” (Papa Francisco, JMP, 21). Así, cuidamos de nuestra casa común, don de Dios y regalo para la humanidad. En esta perspectiva de ecología integral, como Congregación, estamos llamadas a caminar juntas en la búsqueda de nuevas actitudes y prácticas que contribuyan a preservar un futuro sostenible (56° CG. 2024).
- Los tejidos de Dourdan que llegan a Sainville se convierten en un estilo de vida que expresa la cultura del encuentro y del cuidado, estableciendo una interconexión con lo Divino, donde “cuidar de nuestra casa común es una responsabilidad compartida” (56° CG. 2024). Esta perspectiva nos sitúa en una relación filial, confiando en que la Providencia de Dios se manifiesta, en primer lugar, a través de los dones concedidos a cada persona. El amor a Jesús, fundamento de toda vida consagrada, tiene su centro en el seguimiento de Cristo; abarca todas las dimensiones de la vida, las armoniza y da a cada una su lugar en el conjunto (Plan Carismático).
- En el estilo de crecer en fraternidad (56° CG. 2024), alzamos nuestra mirada hacia la fidelidad creadora (C 82). Al construir comunidad desde la acogida como don de Dios, confrontamos nuestra vida, comprendemos las aspiraciones y la historia de la humanidad, y así podemos responder con audacia y pasión al escuchar los clamores de los nuevos pobres (56° CG. 2024), en medio de la diversidad de contextos culturales en los que vivimos y anunciamos a Jesucristo (Plan Carismático 2024).
Se trata de un estilo de vida orientado a globalizar la solidaridad desde lo cotidiano y lo sencillo. Así, Dios se presenta como un Padre compasivo al reconocer nuestra vulnerabilidad; por ello decidió enviar a su Hijo: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16). Su misión es acercarse a nosotras, convertirse en nuestro hermano y sostenernos a través del amor que proviene del Padre, actuando como puente y camino. Este modo de vivir, y el sentido profundo de la solidaridad, inspiraron a Marie Poussepin a responder a la llamada, llevándola a emprender el éxodo de “Dourdan a Sainville, donde la ignorancia era grande” (IP). Allí la caridad no excluye a nadie, aunque los pobres tienen su preferencia y su solicitud (R XXXVII).
¿Qué significa para nosotras dejar hoy Dourdan, un lugar próspero, para trasladarnos a las pequeñas comunidades de Sainville? En este contexto de nuevas formas de pobreza, es allí donde podemos vivenciar nuestra solidaridad con los más necesitados, en la búsqueda constante de la justicia (C. 27). Este gesto se convierte en una poderosa forma de testimonio, revelando nuestra vida consagrada y generando esperanza en los procesos de dignificación y promoción del ser humano, de modo que podamos proclamar con el salmista: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1). Así, los tejidos de Dourdan se convierten en un vivo legado de la Providencia de Dios, en el milagro de Sainville, en una vida que se teje desde la sencillez, el conocimiento y la novedad del anuncio del Evangelio.
Texto: Hna. Edilma Ardila, miembro del equipo de JPIC

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