Lectio Divina: Segundo Domingo de Pascua - Ciclo C

on 21 Abr, 2022
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África, Hna. Téwindé Céline Sawadogo, 24 de abril 2022.- El Resucitado nos da la Paz.

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EVANGELIO

Juan 20,19-31. Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros”. Dicho esto les mostro las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío”. Dicho esto, soplo sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “hemos visto al Señor”. Pero él les contesto: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio, estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros”. Luego dice a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente.” Tomás le contesto: “Señor mío y Dios mío”, dícele Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.”

Jesús realizo en presencia de los discípulos muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

LO QUE ME DICE EL TEXTO 

La fiesta de Pascua es ciertamente un motivo de alegría  pero para la comunidad de los creyentes, su significado va más allá de una simple fiesta exterior. Así a través de este texto podemos ver tres signos indisociables de la resurrección:

En primer lugar, el Evangelista Juan nos presenta la fiesta de Pascua como una celebración de la liberación que viene de una novedad: La paz que brinda el Resucitado a los discípulos, aun encerrados por miedo. La Resurrección de Cristo trae una nueva garantía para la fe aun vacilante de los discípulos. Ya no hay dudas, Cristo ha vencido la muerte y vive para siempre en la gloria del Padre.

En segundo lugar está la alegría que despierta en los discípulos la presencia del Resucitado en medio de ellos. El regreso de Cristo les da confianza. Es un gran motivo de alegría y una seguridad profunda el saber que todo no está acabado sino que todo acaba de empezar. La presencia del Resucitado renueva y refuerza la comunión en el seno de la comunidad de los discípulos. Ella sana todo miedo y deja lugar a la paz y a la alegría.

En tercer lugar, está la proclamación: La paz predispone para la apertura y la alegría, vale la pena compartirla. La salvación merece proclamarse. Como una llama viva, Jesús quiere que la salvación llegue al mundo entero, pues Él murió por todos, no solo por una comunidad restringida. Jesús sopla su Espíritu sobre los discípulos para fortalecerlos en esta tarea. Esta es la misión que el Resucitado confía a la comunidad de sus discípulos, testigos oculares de su muerte y su resurrección y en los que la paz y la alegría que provoca su presencia constituyen una garantía. Es por esto que Jesús les da su Espíritu.

MEDITACIÓN 

El miedo en general es una actitud, un sentimiento  que se apodera de los que faltan de convicción. El miedo aísla y mata lenta pero seguramente aquellos que se dejan aprisionar sin liberarse lo más pronto posible. El miedo impide abrirse a los otros  y a la comunidad para crecer, aun corriendo muchos riesgos. Mientras que Cristo sale triunfante de la tumba, la comunidad de los discípulos se encuentra aún encerrada en su tumba espiritual. Es por esto que Jesús resucitado viene hacia ellos para quitarles todo bloqueo y darles una paz liberadora: “La paz sea con vosotros” (Jn. 20,19c) Jesús insiste sobre este don al menos tres veces en el texto. Entonces pasan del miedo a la seguridad. No se puede reconocer al resucitado y permanecer igual que antes. La Pascua es entonces para el cristiano la fiesta de la renovación: renovación en la paz, el perdón, la fe… La resurrección de Cristo es la garantía de la liberación de nuestros pecados. De esta liberación brota la paz, la alegría, la reconciliación y un nuevo impulso en la vida comunitaria.

También hoy la presencia trascendente de Cristo se manifiesta de manera incontestable en el seno de la comunidad. Esta presencia permite al discípulo renovarse con la fuerza del Espíritu que comunica el Resucitado a todo bautizado para la misión.: “Recibid el Espíritu Santo”. Como Tomás, quien estaba ausente el primer dia cuando Jesús se apareció a los discípulos, también nos sucede el pensar que todo está acabado y que es hora de regresar a nuestras actividades. Afortunadamente, ocho días después, aquel que llamamos incrédulo, también tendrá la ocasión de sobreponerse a sus dudas tocando a Cristo con su mano y confesando su fe. Jesús Resucitado también se hace presente en su Iglesia y en nuestras vidas. De nuevo difunde su paz en la comunidad eclesial: “La paz sea con ustedes” Sopla también su Espíritu: “Recibid el Espíritu
Santo”.  Su presencia renueva la fe de cada cristiano y asegura la comunión en medio de nuestras comunidades. Además, nos impulsa a salir de nuestra clausura para testimoniar de una vida de fraternidad hecha de amor, de solidaridad, de caridad y de verdad. Entonces podremos anunciar la Buena Nueva a todos los hombres: “Así como el Padre me ha enviado, yo también os envío  vosotros” (Jn. 20,21). Bautizado en la muerte  y la resurrección de Cristo, todo cristiano, miembro de la comunidad eclesial se convierte en un misionero plenamente realizado.

Jesús conoce nuestras fragilidades humanas y es El quien toma la iniciativa de venir a nuestro encuentro, de estimular en nosotros la fuerza para empezar de nuevo una vida de comunión con El y con la comunidad. Su presencia nos asegura todos los dones para que podamos:

  • Salir de nuestros miedos y acoger la paz y la alegría que nos da el Resucitado.
  • Compartirla con quienes nos rodean
  • Profundizar nuestra fe en Jesús Resucitado
  • Comprometernos en una comunión efectiva con la Iglesia.
  • Tomar parte en la misión que el Señor resucitado confía a la Iglesia.

Sólo la confianza en la presencia activa del Resucitado hará de nosotros misioneros auténticos para que su paz y su alegría lleguen al mundo entero.

ORACIÓN

Señor, como lo hiciste con tus discípulos, ven a mi encuentro en la prisión de mi soledad y de mis miedos. Tengo necesidad de tu presencia,  de tu paz y de tu alegría. Tengo sed de tu liberación. Tu que has vencido la muerte y vives por siempre, aleja para siempre mis sombras y mis dudas y haz brillar tu luz en mi vida. Dame la gracia de proclamar a imitación de santo Tomas mi fe en ti sin miedo ni fatiga. Tú que reanimas la fe de tu pueblo mediante las celebraciones pascuales, haz de nosotros testigos de tu resurrección. 

CONTEMPLACIÓN 

Señor, nosotros no sabemos cómo agradecerte el regalo maravilloso que tú nos has hecho al dar la vida para nuestro rescate. Como darte gracias Señor por el bien que me has hecho?

  • Demos gracias al Señor por la vida nueva que Él nos da mediante su Resurrección.
  • Pidámosle que estimule en nosotros su celo misionero y la alegría del Evangelio para que seamos testigos convencidos y capaces de convencer un mundo sediento de justicia y de paz verdadera.
  • Confiémosle nuestro mundo a merced del terrorismo y la guerra y pidámosle que nos traiga su paz, El que ha vencido la muerte.
  • Confiémosle todos los que aún no lo conocen y los que siguen las ideas de este mundo para que Él les done su Espíritu y los lleve a creer.
  • Pidámosle para la Iglesia y todos sus obreros y para todos los cristianos ese mismo fervor en el testimonio.

Para terminar, pidamos a todos los elegidos que comparten su gloria en el Reino de los Cielos que intercedan por nosotros.